Es una noche
cualquiera. Solo quieres una cosa. Coges el primer disco que está a tu alcance
y lo colocas sobre el tocadiscos. Cuidadosamente colocas la aguja sobre el
disco ya girando, y entonces comienza.
Lo que de una forma u otra te llena siempre: el
irónico riff de bajo con el que empieza Money de Pink Floyd. Las profundas
letras de Bob Dylan, las cuales a nadie dejan indiferente. El increíble estado
de euforia en el que entras con Paradise city de Guns N’Roses. El sencillo y a la vez tan intenso solo de
Jimmy Page en Stairway to Heaven de Led Zeppelin. Las grandes voces de Johnny Cash, Freddy
Mercury o Robert Plant. Pero tambien el gran ingenio de Beethoven. El romanticismo
de Chopin. La grandeza de la cual dejaron constancia Dvorak con su Sinfonía del
Nuevo Mundo o Wagner con La cabalgata de las Valkirias. El amor hacia su “Lucille” de B.B. King o de
Clapton a “Blackie”. El derroche de sentimiento de Gary Moore en sus canciones.
La fuerza que desprende Creedence Clearwater Revival y la bella poesía de
Leonard Cohen. Las ganas de bailar que te entran con la música celta…
Sin duda estaría toda la noche poniendo ejemplos, y no me cansaría, porque todos ellos hacen
que me estremezca con cada canción suya, con cada nota de sus canciones. Con su
música. Con la música. Porque como bien me dijeron hace bien poco es en la
música donde te puedes refugiar de todo y como bien respondí, y con lo que
poder expresarlo todo.
Y si el simple hecho de escuchar no es ya de por sí algo
único e intenso, tocar un instrumento, el que sea, dejar fluir lo que sientes a
través de las cuerdas, a través del viento atravesando ese instrumento o golpeándolo
con todo el sentimiento del mundo.
Y solo sentir y sentir y sentir.
Y solo sentir y sentir y sentir.
Definitivamente, la música en sí es el instrumento del alma.
Y si algo ha hecho bien el hombre en toda su historia ha sido crearla y no
olvidarla jamás, reinventándola una y otra vez, consiguiendo que siempre esté
ahí y se convierta en algo intrínseco en nosotros y en uno de los bienes más
preciados de la humanidad.
“Sin música, la vida sería un error” – Friedrich Nietzsche.
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